¡Un Bóinez salvaje apareció! ¡Bóinez utilizó ENTRADA SOBRE PELÍCULA! ¡Es súper efectivo!
En efecto, tras… no sé, algún tiempo, he vuelto a Crisis creativa para epatarles con otra muestra de mi magia con las palabras, de mi incomparable talento, de mi dominio de la sintaxis y, por encima de todo, de mi humildad, superior a la de todo el mundo. Y es que a humilde no me gana ni el mismísimo Dios.
Si tras este despliegue de arrogancia (aunque no es arrogancia si realmente se es mejor que los demás) aún siguen aquí, les cuento de qué voy a hablar: Brave, la última película de Pixar.
«¡WOLAAAAAAAAS! ¿¡QUÉ PASA, RUTILÓFILOS!?»
Mucho se dijo sobre la cinta: que si era una puta maravilla, que si era una puta mierda, que si ocho euros la entrada, pero qué se han creído, que estamos hechos de oro, nada, nada, Mari, te llevas tú a los críos y yo me quedo viendo el fútbol para ahorrarnos una entrada que hay que ver, con la que está cayendo… Y en realidad, ni está tan bien, ni está tan mal. De hecho, es bastante MEH. Vamos, repitan conmigo… TAMPOCO ES PARA TANTO.
La historia es la de siempre: hijo que no cumple con lo que su padre espera de él, por lo que este reniega de él hasta que, al final, ambos se ponen en el lugar del otro y se reconcilian. Esto, pero con una princesa escocesa, lo que hace que la historia sea muy innovadora (sí, sí…) y nada parecida (claro, claro…) a otras obras que hemos visto antes.
«Hola, soy Estereotipa McPelirroja, ¿te hace un haggis?»
No es que la película sea mala, es que es totalmente previsible desde el minuto uno. Y bueno, sí, la rutina puede ser reconfortante, pero no me jodan, que es la misma tontuna de siempre, eh. Cuando acaba el (por suerte) escaso metraje, la sensación que tenemos es la de total indiferencia. «¿Ya se ha acabado? Pues ea», es lo que pensé. Y es que Brave ni siquiera es odiable, porque mala no es. Buena tampoco. Es una película anodina.
Tampoco quiero engañarles, la película tiene sus virtudes. Dos, concretamente. La primera es el apartado técnico, que es deslumbrante. «Yo quiero ver pelo», dice alguno (aunque quizá en un contexto distinto) y oiga, aquí se va a hartar. Mu’ rico, sí señor, una tech demo de diez. La segunda virtud es una escena con una bruja que, como dijo Víctor Navarro, parece sacada directamente de Ghibli. Y ya está. No hay más.
Los hedmanos. Zí, los hedmanos.
Merida, la protagonista, es un personaje que nos da igual, probablemente porque todos sabemos cuál va a ser su recorrido y cómo va a acabar. La madre, que no para de hacer el oso durante media película (SUTILEZA), es… bah, ya se lo imaginan. Lo típico. Porque todo en esta película es lo típico. Tan típico como hacer un chiste jomosécsual con Fosforo y yo. Pero lo voy a hacer, porque yo a Fosforo le quitaba el odio a base de zumbármelo. ¿Lo ven? Les ha hecho algo de gracia (o no), pero ya se lo esperaban. Pues lo mismo pasa con Brave, que no está mal, pero tampoco está bien. Está REGULAR.
Y sí, cuatro gafapaster porque ya les digo: piensen que está BIEN o que está MAL, la están sobrevalorando: está MEH. Aunque con todo, lo peor de Brave no es lo anodina que resulta, sino que diese lugar a este vídeo. Que lo disfruten.
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